Las Cumbres del Clima tienen la virtud de que fuerzan a los gobiernos a hacer o decir cosas contra el cambio climático en las que en realidad no creen. El ambiente que crean hace que ningún líder quiera quedar atrás, y todos se apuntan a ser campeones del clima. Es lo que le pasó a Rajoy en la Cumbre de Marrakech, hace ya 16 meses: puesto a proponer, prometió la elaboración en España de una Ley contra el Cambio Climático. Lo cierto es que es una herramienta muy necesaria, y por ello levantó importantes expectativas en muchos sectores que hoy se están viendo decepcionadas. Mediada ya la legislatura ni siquiera hay un borrador de Ley encima de la mesa, ni voluntad del Gobierno de sacarla adelante, así que todo apunta ya a que aquella promesa no va a cumplirse.
En su última intervención en el Parlamento, el ministro Nadal advirtió que no habrá ley de cambio climático en España “hasta que no esté aprobada la normativa comunitaria”, lo cual es una excusa barata, porque numerosos países europeos cuentan ya desde años con leyes para abordar en el su contexto nacional la problemática del cambio climático. Mucho más urgente lo es en España, que somos un país víctima en primera línea del cambio climático.
Mientras los impactos del cambio climático se aceleran, las políticas se frenan. Esta es la triste paradoja. A este paso de incumplimientos, el Acuerdo de París va a acabar pareciendo un ejemplo de ambición, cuando todo el mundo estuvo de acuerdo en que es un mínimo del que partir, y no una meta a la que llegar.
Entre las múltiples interferencias para no llegar a tiempo a elaborar esa prometida Ley de Cambio Climático y Transición Energética, el ministro Nadal propuso un grupo de expertos que dictaminaran cómo debía ser esa presunta Transición Energética. Pues bien, el grupo de Nadal ya ha hablado: el denso informe se conoció este lunes 2 de abril.
El documento de más de 500 páginas aborda por capítulos los diferentes elementos que según consideración de ese grupo de expertos (con mayoría de los designados por el propio ministerio) deben tenerse en cuenta.
Aunque hay muchos elementos interesantes en el informe, desde mi punto de vista los capítulos clave son el primero, que tiene que ver con los distintos escenarios para la transición energética, y el relativo a los cambios que propone en materia fiscal. Tiempo habrá de analizarlo en profundidad pero ahí va una reflexión de urgencia.
En los escenarios energéticos los técnicos de Nadal hacen una apuesta clara por «sobrepasar el periodo de funcionamiento previsto» como vía para descarbonizar la economía. Lejos de la idea de abandonar a un tiempo el carbón y la nuclear, tal y cómo se ha venido proponiendo por otros informes técnicos recientes como el del IIT para Greenpeace, los expertos de Nadal apuestan por la nuclear. Para ello utilizan la línea argumental del ministro anunciando que su cierre anticipado elevaría el coste de generación de entre 2.000 y 3.200 millones de euros cada año, aumentaría el precio de la electricidad en un 20% y llevaría a duplicar las emisiones de CO2 en el sector eléctrico. En resumen: la nuclear os salvará del cambio climático. El dilema nuclear vs. cambio climático es un viejo y falso debate, porque no es legítimo obligar a la sociedad a optar entre la catástrofe climática o la catástrofe nuclear. Vaya por delante que nadie propone el cierre “anticipado”, sino que no se alargue su vida útil.
Aunque una vez más se utilice el tema del coste para meter miedo al consumidor ante el cierre nuclear, el propio documento de los técnicos reconoce en otro capítulo que: “La introducción extrema de renovables produciría una reducción muy significativa del coste de generación”. Así que la cuestión clave es que el informe aludido se queda muy corto a la hora de proponer la entrada de renovables en el sistema, para (según reconocen) “no dificultar la rentabilidad de las tecnologías térmicas necesarias para proporcionar la potencia de respaldo a la generación renovable para la operación segura del sistema eléctrico”.
Sepa el ministro Nadal que no vamos a elegir entre la catástrofe climática o la catástrofe nuclear. Se puede avanzar más rápido hacia un escenario sin carbón y sin nucleares.
(Artículo publicado en Ecologismo de Emergencia)
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