Después del coronavirus: cambiar para vivir

Como las olas que observamos romper desde la playa, la segunda, la que viene detrás, es mucho mayor que la que ahora está rompiendo. Tras la ola del coronavirus acecha una nueva crisis de dimensiones aún mayores y cuyas consecuencias serán mucho más graves en todos los sentidos: hablamos del cambio climático. Debemos extraer numerosas lecciones de la difícil situación que vivimos, pensando en el futuro y a la vista de lo que se nos viene encima. Y, ciertamente, frente a la crisis climática, nadie podrá excusarse diciendo que no se conocían cuáles iban a ser las consecuencias, ya que pocos fenómenos han sido descritos con tanta precisión por la comunidad científica. Si lo que estamos viviendo con el coronavirus es devastador, que al menos nos sirva la experiencia para prevenir la tragedia climática.

Una diferencia clave de la situación del clima con respecto a la pandemia que vivimos con el coronavirus es que con aquélla hay una gran unanimidad entre los científicos sobre la necesidad de actuar con extrema urgencia. Quizás el coronavirus no avisó con suficiente claridad de sus graves impactos hasta que no lo tuvimos encima, pero no es el caso del cambio climático.

Me llama la atención que, durante la actual emergencia sanitaria, haya quien se haya referido en tono de burla a Greta Thunberg, como si ya se hubiera pasado la urgencia climática. Nada más lejos de la realidad, aunque ciertamente el parón económico está suponiendo también un respiro para el medio ambiente. No hay que confiarse: todos los expertos coinciden en que crisis como la actual son dañinas en el largo plazo para el medio ambiente porque si no aprendemos las duras lecciones, todo puede volver a ser igual.

Que las cosas vuelvan a ser como eran es, quizás, lo que mucha gente está esperando, y es deseable en el sentido del empleo, del contacto humano y de recuperar la libertad de movimientos. Pero creo que tenemos que ir más allá y trabajar para que las cosas sean mejor de lo que fueron, y para ello debemos extraer algunas lecciones de la situación actual.

Quizás la lección más relevante aprendida durante la crisis del coronavirus ha sido la recuperación del valor de lo público, de lo común. Después de décadas de abandono y deterioro de los servicios públicos, por una ola neoliberal que parecía no tener fin, la sociedad vuelve a valorar lo que significa tener una sanidad pública y universal cuyos trabajadores y trabajadoras se han convertido en los héroes de esta crisis. Este hecho debe tener consecuencias políticas en el futuro, en el sentido de que se vuelvan a poner en valor los servicios públicos.

En medio de tanto sufrimiento también hemos recuperado el sentido de comunidad, de hacer cosas para apoyar nuestros vecinos, especialmente aquellos que lo necesitan más. Hemos opuesto calidad humana ante un modelo incapaz de resolver nuestras necesidades más básicas.

Muchos científicos nos están alertando de que la destrucción de ecosistemas, especialmente forestales, y el comercio con animales salvajes están detrás de esta pandemia, y de las sucesivas que vendrán. Hay más motivos para mirar de forma positiva a nuestro medio ambiente, y luchar por preservarlo con mucho mayor énfasis.

Llama la atención la rápida bajada que se ha producido en los índices de contaminación de los países y ciudades más afectados por la pandemia. Es evidente que ello se ha producido a un alto coste económico y social, pero también es muestra de que puede hacerse, y en un plazo muy corto. Tendremos, por tanto, que analizar en profundidad si hay medidas de las que se han tomado que pueden alargarse en el tiempo e incluso mantenerse. Es el caso del teletrabajo, una práctica que, marginal en nuestro país, podría generalizarse, así como las reuniones ‘on line’, que reducirían enormemente la necesidad de viajes.

Otra lección que debemos extraer es la importancia de la producción de cercanía. Quizás hemos empezado a redescubrir que no todo puede ser producido en China, y que necesitamos producir bienes y alimentos aquí. Los productos de ‘kilómetro cero’ han cobrado una importancia manifiesta en tiempos de fronteras cerradas.

Éste es sólo un breve y rápido repaso a cosas que han cambiado en muy pocos días. El tiempo nos irá mostrando nuevas lecciones de los cambios que estamos viviendo en estos días. Ahora necesitamos ser conscientes de que el día después no podremos ignorar todas estas lecciones, porque tenemos delante otra crisis aún mayor a la que hacer frente, y estamos recuperando algunas herramientas que nos van a ser muy útiles. Por eso es mucho lo que debe cambiar: mantengamos lo bueno que tenemos, pero aprovechemos lo que hemos aprendido.

Aprovechemos las lecciones aprendidas con la primera ola y realicemos los cambios urgentes que nos hagan fuertes para prevenir la siguiente crisis: la climática. Que no se diga que no nos avisaron de lo que vendrá.

[Artículo publicado en El Siglo de Europa]


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