Los largos años de Gobierno del Partido Popular en la Comunidad de Madrid no han sido gratis en términos ambientales: la falta de políticas ambientales ha tenido consecuencias nefastas para esta Comunidad Autónoma y sus habitantes. No en vano, esa época comienza con el tamayazo, un golpe en cuyo trasfondo se encuentran los intereses urbanísticos que vienen marcando la política ambiental en Madrid desde hace décadas. De hecho, llama la atención que la única ley que se ha aprobado en esta legislatura en la Asamblea de Madrid haya sido una nueva Ley del Suelo, que liberaliza aún más su uso. No ha habido más producción legislativa en este período.
En Madrid no hay política ambiental desde hace décadas: hay que remontarse a los tiempos de Eduardo Mangada al frente de la Consejería madrileña de Ordenación Territorial para encontrar acciones políticas valientes y decisivas que trataron de frenar el desordenado crecimiento de Madrid. Como legado quedaron acciones tan decisivas como la declaración del Parque Regional del Manzanares, que salvó del ladrillo el pasillo entre el monte de El Pardo y la sierra de Guadarrama. Desde entonces… la nada. Y ya han pasado años.
Los espacios naturales madrileños cada vez se encuentran más acosados por el desarrollo urbanístico, las infraestructuras viales o industriales, o los vertidos de residuos. Algunos espacios valiosos, como la laguna de Ambroz, están directamente amenazados por un nuevo proyecto minero.
En términos de medio ambiente urbano, el paréntesis de Manuela Carmena sirvió para tomar una tímida iniciativa contra la contaminación que fue Madrid Central. Con ella se pretendía al menos frenar la denuncia de la UE por incumplimiento de los límites de contaminación por emisiones de óxidos de nitrógeno. Merece la pena recordar que las derechas madrileñas hicieron de Madrid Central el principal objeto de sus críticas al periodo de la alcaldía carmenista.
Pero es que a la derecha madrileña esto del medio ambiente le viene grande. Ayuso manifiesta de forma abierta su nostalgia por los atascos nocturnos en la ciudad de Madrid, que nos dejan esa atmósfera contaminada, y que al parecer ella añora.
No ha habido ni un solo avance en cuestiones clave, como la política de residuos, que sigue abandonada, mientras los vertederos se colmatan sin ningún control. El desastre del incendio en una planta de residuos tóxicos de Chiloeches (2016) destapó una red de blanqueo de residuos peligrosos que acababan vertidos como escombros en el vertedero de Valdemingómez. Nunca se supo que se tomara medida alguna para evitar que este tipo de redes mafiosas siguieran funcionando.
Mientras otras Comunidades Autónomas (Navarra, Baleares) legislan para evitar los envases de usar y tirar, Madrid no ha movido un dedo para reducir el volumen de desperdicios que acaban en vertederos e incineradoras.
En materia de cambio climático, la Comunidad de Madrid carece de políticas. Parece como si el fenómeno que más preocupa a nivel global, contra el que se manifiestan miles de jóvenes en todo el mundo, no existiera en Madrid. Ni hay una ley de cambio climático, ni se la espera, mientras siga gobernando la derecha en Madrid. Este asunto llama la atención, ya que los impactos son tan transversales y afectan tanto a un medio ambiente tan urbanizado como el madrileño, que es escandaloso que ni siquiera se plantee la cuestión.
Podríamos seguir con la lista de despropósitos ecológicos en Madrid, pero lo hasta aquí expuesto da una idea de la desidia y el desinterés con el que los sucesivos gobiernos del PP (y sus socios) han abordado esta cuestión. Nada indica que las derechas vayan a cambiar, así que a quienes nos importa el medio ambiente (que somos multitud) lo mejor que podemos hacer el próximo 4 de mayo es asegurar que desalojamos a la derecha con nuestros votos. No queda otra.
[Artículo publicado en El Siglo]
Deja una respuesta