Las ballenas son los mayores seres vivos con los que compartimos este planeta llamado Tierra. A pesar de que en 1986 los países de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) acordaron una moratoria global contra su caza, lo cierto es que tres países desarrollados – Noruega, Islandia y Japón – las continúan cazando. Son muchas las amenazas actuales para los grandes cetáceos en unos océanos en rápido cambio, debido a su degradación. Quizás por ello, la continuación de la caza de ballenas es un crimen injustificable. La moratoria contra la caza se está mostrando una medida necesaria, pero insuficiente.
Hace unos días una pequeña ballena, un calderón, arrastrado a una playa de Tailandia, captó la atención de los medios de comunicación por su trágica muerte: ¨ochenta bolsas de plástico fueron halladas en el estómago de una ballena que murió en el sur de Tailandia tras vómitos y convulsiones”. Este caso desgraciadamente no es una excepción. Está ocurriendo cada día en algún rincón del mundo: la presencia ubicua de plásticos en los mares se ha convertido en la amenaza más acuciante para la fauna marina.
Precisamente una de las especies de ballena más amenazada – la ballena franca atlántica, también conocida como ballena vasca – se encuentra gravemente amenazada por la muerte de ejemplares que quedan enganchados en artes de pesca abandonadas en los mares. Sólo quedan 100 hembras reproductoras.
Ni siquiera en aguas antárticas están a salvo las ballenas: enormes buques pesqueros industriales extraen el krill del que se alimentan para comercializarlo. Además las poblaciones de ballenas en la Antártida tienen que soportar la caza de los balleneros japoneses: etiquetada falsamente como “caza científica¨, lo cierto es que su carne acaba en restaurantes de lujo japoneses. Nada tiene que ver con la ciencia la captura de cetáceos que realiza Japón. Por cierto que los restaurantes nipones son también el destino de las ballenas cazadas en Islandia y Noruega.
La caza de ballenas es injustificable en pleno siglo XXI. Es evidente que ninguno de los tres países mencionados caza por necesidad. Lo hacen simplemente en nombre de una “tradición” que en ningún caso es justificable. Todos los países que cazaron ballenas tuvieron esa tradición, y la mayor parte lo han dejado ya. Qué decir de los vascos, que fueron pioneros en la caza de ballenas. Nadie usaría hoy ese argumento para volver a esa cruel práctica en EuskalHerria. La caza comercial de ballenas debe cesar en todo el mundo.
Recientemente un ejemplar de ballena azul – la mayor de todas las ballenas que existen hoy en día – fue cazada por la flota ballenera islandesa. Este hecho ha levantado la polémica y ha vuelto a poner le foco en la caza de ballenas. Precisamente Islandia ha desarrollado una potente industria turística de avistamiento de ballenas, que deja unos beneficios anuales muy superiores a los que deja su caza. Si es mayor el beneficio de las ballenas vivas, ¿por qué las siguen matando? No hay ninguna excusa. Es hora de cerrar definitivamente la caza comercial de ballenas en todo el mundo, y dejar que las ballenas resoplen en todos los mares.
(Artículo publicado en Contrainformacion.es)
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