Un indulto para el lobo

Lobo ibérico adulto en la Sierra de la Culebra (Zamora), fotografiado una fría mañana de invierno por Andoni Canela.

Hace unas semanas leí el libro Encuentros con lobos (ed. Tundra), una recopilación de relatos en la que distintos naturalistas narran sus experiencias en la búsqueda de lobos en el campo. Muchas de las historias son interesantes y hasta emotivas; sin embargo, el denominador más común es que, de una u otra manera, el lobo avistado o encontrado acaba muerto por la acción humana; en algunos relatos se constata, y en otros se intuye, que los lobos que los protagonizan son víctimas del hombre. De hecho la preocupación común de todos los naturalistas es evitar dar cualquier pista que pueda facilitar la ubicación de los grupos de los lobos con los que tuvieron encuentros, para no facilitar su liquidación.

Creo que es una buena metáfora de la situación del lobo en España, donde es acosado y perseguido en todo el territorio, esa es su triste realidad. Aunque es verdad que su situación legal es mejor al sur del Duero que al norte, ya que está legalmente protegido, lo cierto es que la Junta de Castilla y León está permitiendo que se cacen 149 lobos cada año, y eso sin contar con los que se están cazando de forma furtiva.

A falta de censos oficiales y fiables, es muy difícil dar el número de lobos que viven ahora mismo en España. Este mismo hecho ya debería ser suficiente para cuestionar la llamada “gestión del lobo” que se está realizando actualmente en diversas Comunidades Autónomas. Lo que es evidente es que no menos de 200 lobos son cazados anualmente en España, una cifra que puede incluso superar el 10% de la población existente. Ninguna especie con una presión tan grande puede considerarse a salvo de la extinción, y la presión humana sobre el lobo sigue siendo demasiado grande.

A pesar de la ausencia de datos, el argumento principal que se utiliza para justificar la muerte de lobos es que su presencia ha aumentado en algunos territorios de los que había desparecido, como es el caso de algunas provincias al sur del Duero como Ávila, Segovia o Madrid. Se olvida, sin embargo, que hace sólo unos años el lobo campaba por las dehesas de Extremadura o Sierra Morena, y hoy ha desaparecido totalmente de esos territorios. La mancha de lobo ibérico que quedaba en el sur peninsular se considera extinta.

La aparición esporádica de individuos en algunas Comunidades limítrofes a las zonas de población lobera tampoco permite albergar demasiadas esperanzas, mientras los casos acaben con el sacrificio del animal como por desgracia viene ocurriendo. Incluso la reciente presión de los sindicatos ganaderos en Aragón para acabar con un lobo que ha aparecido por allí es desorbitada.

El lobo es un símbolo de la fauna ibérica, nuestro mayor carnívoro. Su papel en el ecosistema es fundamental para recuperar el equilibrio perdido, pero no tiene ninguna opción de salir adelante si no goza de mayor protección de la que tiene actualmente.

Desde hace años, organizaciones ecologistas vienen desarrollando un intenso trabajo con ganaderos que quieren convivir con el lobo, y como consecuencia de ese trabajo se están derivando medidas y propuestas concretas que facilitan esa convivencia, y que es necesario poner en marcha cuanto antes. Es imprescindible garantizar la protección legal del lobo en todo el territorio español. Eso es lo que el Congreso reclamó hace un año al Gobierno por mayoría, y sin embargo el Ejecutivo no ha aplicado ninguna medida en ese sentido.

El lobo necesita protección, necesita nuestro indulto y puede conseguirsePor eso el próximo domingo miles de personas nos juntaremos en la calle para reclamar lobo vivo, lobo protegido; si hemos convivido durante tantos siglos con el lobo, nadie entendería que en el siglo de la revolución tecnológica no seamos capaces de hacerlo. Que no se diga.

(Artículo publicado en El Asombrario)


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