La contaminación de Madrid se ha convertido en una mortal compañera de la que parece que no podemos sacudirnos: las administraciones madrileñas han renunciado a combatirla. Inevitablemente cada vez que se repite una situación anticiclónica los humos de coches y calefacciones se quedan en Madrid, formando esa boina que nos mata en silencio. El episodio puede durar días o semanas, pero ya depende solo de las condiciones atmosféricas. Así que los madrileños estamos muertos de asco respirando un aire tan contaminado que dispara las visitas de urgencias por problemas respiratorios.
Según los últimos datos recogidos por Ecologistas en Acción, en Madrid en los primeros 7 días de enero se han sobrepasado 119 veces los límites legales de contaminación atmosférica establecidos por la Unión Europea. Para entendernos: en la primera semana hemos sobrepasado las ocasiones en que la CE permite sobrepasar los límites en todo el año. Lamentable.
El impacto en la salud de los ciudadanos de esta situación es tan evidente, como vergonzosa la pasividad de los responsables políticos. El pasado año la OMS cifraba en ocho millones el número de muertes al año causados por la contaminación. En cuanto a muertes provocadas en nuestro país la Comisión Europea las cifra en 20.000 muertes prematuras en España al año, lo que representa 12 veces más que los accidentes de tráfico.
Las medidas a aplicar son bien conocidas porque muchas ciudades europeas ya han cambiado con gran éxito el modelo de movilidad urbana: bicicleta, transporte público muy barato, grandes áreas peatonales, límites a la circulación y a la velocidad, peajes en las entradas de las ciudades…
Pero en Madrid seguimos igual. Los cambios son demasiado lentos, y la pasividad política es completa. La alcaldesa se limita a esperar a que cambie el tiempo, y a decir que los datos son mejores que hace unos años. Claro que no olvidamos aquel oportuno cambio de la ubicación de las estaciones de medición a las zonas verdes de la ciudad.
La contaminación urbana puede y debe combatirse con políticas de fondo y con medidas de urgencia en las puntas de contaminación. Digamoslo claro: quienes vivimos en Madrid estamos muertos de asco.
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