No. No hablo del miedo a las alturas. Del vértigo que sufre quien con la simple seguridad de una cuerda se encarama en alturas dificilmente alcanzables. Me refiero en esta ocasión a la estrategia del gobierno del PP para acallar las protestas, y que se concreta en las medidas contenidas en la nueva Ley Mordaza. Con ello, una vez más (y van…) el gobierno cumple con los deseos de las grandes empresas de cerrar la boca a la disidencia o, mejor dicho, a la resistencia.
Como adelanto a la aprobación de esa ley represiva e injusta hecha a su medida, las empresas energéticas aprietan las tuercas de la persecución contra Greenpeace, con el beneplácito de un gobierno que no duda en poner los medios públicos a disposición de los intereses de esas grandes empresas. O, ¿cómo se explica – si no fuera así – la utilización de un buque da la armada para impedir una protesta contra las exploraciones petrolíferas en aguas Canarias?
Ahora 16 activistas de Greenpeace, y un periodista que entraron en la central nuclear de Cofrentes se enfrentan un juicio en l que se piden penas de hasta tres años de cárcel. Con ello se endurece una vez más la persecución del activismo pacífico. La desproporción entre la falta cometida y la pena exigida es abismal, y por tanto el objetivo de la misma no es hacer justicia, sino intimidar, provocar miedo a escalar.
La represión, sea física o económica sólo pretende crear miedo. Enviar un ecologista a prisión no busca que se arrepienta, ni que se regenere – es absurdo – sólo busca meter miedo al resto para que el miedo impida nuevas acciones. Las multas abultadas tiene como único objetivo generar miedo a la acción, por la vía del potencial embargo de la entidad convocante.
Detrás de esos 17 hombres y mujeres estamos muchos. Ya sabemos que nos quieren callar, pero no vamos a dejarles. No tenemos miedo a escalar.
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