Cinco años con más de cinco millones de personas en paro han llevado a España a una situación de pobreza y desigualdad sin precedentes en las últimas décadas. Hace sólo unos días, un estudio revelaba que uno de cada tres niños se encuentra en situación de pobreza y uno de cada diez en situación de pobreza severa. De hecho, nuestra tasa de pobreza actual es de las más altas de la UE y la de pobreza infantil solo está superada por Rumanía.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? El punto en el que nos encontramos actualmente es fruto de cúmulo de circunstancias. Por un lado, un sistema productivo basado en el ladrillo y el turismo, fuertemente volátil y dependiente en exceso de las crisis financieras. Por otro lado, la política social del Partido Popular es prácticamente inexistente y ha dejado fuera del sistema de previsión social cientos de miles de personas, con la excusa de que lo que necesita la economía es una reducción de la deuda pública.
Ante esta situación, es urgente tomar medidas inmediatas para combatir los efectos más dramáticos de la crisis, que pueden provocar daños irreversibles. Entre estas medidas, está la lucha contra los desahucios o contra la malnutrición infantil, medidas que, gracias a la voluntad de muchos de nuestros nuevos alcaldes y alcaldesas, han pasado a primera línea en las políticas de muchos de nuestros Ayuntamientos. También es urgente simplificar y unificar los criterios para acceder a una renta básica de inserción, que rompa con el círculo vicioso de la pobreza.
Pero además hay que analizar el problema de fondo. Uno de los aspectos más indignantes de este asunto es que en los años inmediatamente anteriores a la crisis asistimos a la eliminación de los impuestos que gravaban directamente la riqueza y cuyos ingresos vendrían ahora muy bien para luchar contra la desigualdad. Tributos como el impuesto sobre el patrimonio o el impuesto de sucesiones (hoy casi desaparecidos en muchas Comunidades Autónomas) no solo permiten obtener más ingresos para el Estado, sino que, además, son imprescindibles para conseguir una sociedad más igualitaria y justa.
Hasta los neoliberales más recalcitrantes reconocen que la desigualdad es un límite al desarrollo económico, y lo cierto es que muchas de las sociedades más prósperas del mundo son también las menos desiguales. Pero sería una frivolidad contemplar este problema únicamente desde el punto de vista económico. La pobreza y la desigualdad son fundamentalmente problemas humanos y deben ser combatidas por un simple motivo: luchar contra la desigualdad es lo justo, lo que está bien.
Por ello urge analizar cuanto antes medidas como la Renta Básica Universal, no como solución única al problema de la pobreza, pero sí como una de sus claves fundamentales. Este debate sobre la Renta Básica de Ciudadanía no puede ser ignorado ni tratado a base de frases hechas y lugares comunes como que “es imposible financiarla” o que “desincentiva que la gente busque trabajo”. Estudios muy serios muestran que sería factible instaurarla en España mediante un sistema fiscal verdaderamente progresivo y la lucha contra el fraude fiscal. Además, tendría otras ventajas económicas, ya que, por ejemplo, permite reducir los costes derivados de la gestión actual de las ayudas sociales.
Deja una respuesta