Las palabras tienen consecuencias. Cuando se cargan las tintas contra un animal, se puede acabar provocando su exterminio. Lo hemos visto muchas veces en la historia reciente, y puede volver a ocurrir. La vuelta del lobo al sur del Duero debiera considerarse una gran noticia: un ser vivo al que el hombre llevó al borde de la extinción se recupera. Sin embargo la respuesta es otra: hay que exterminar al lobo, piden en Avila los sindicatos agrarios, con el respaldo de los dos partidos mayoritarios:PP y PSOE.
Para analizar lo que está ocurriendo con el lobo convendría en primer lugar que los dos grandes partidos españoles se definieran sobre la biodiversidad: ¿estamos o no de acuerdo en que, como dicen Naciones Unidas y la Unión Europea, el mantenimiento de la diversidad biológica es importante? Si no están de acuerdo, deberían expresarlo abiertamente. Pero sí lo están, entonces nada explica que respalden en las instituciones llamamientos a la extinción de ninguna especie. En este caso, conviene hacer un llamamiento a la coherencia y que digan lo mismo en Bruselas que en Avila.
El lobo ha conseguido recuperarse poco a poco de la persecución que sufrió en la primera mitad de este siglo, y que le llevó al borde de la desaparición en la península. Poco a poco ha recuperado sus territorios al sur del Duero, y los ganaderos se han puesto en pie de guerra contra el cánido, al que acusan de un aumento de los ataques al ganado.
Sin embargo hay alternativas para garantizar la coexistencia del lobo y de la ganadería. Es una dicotomía falsa esa que obliga a elegir entre uno y otra. La convivencia es posible, y de hecho así ha ocurrido durante siglos.
En todo caso me parece injustificable la postura del PSOE y del PP en Avila, porque apoyar llamamientos a la extinción de una especie es un atentado contra nuestra riqueza natural, para ganar un puñado de votos. En pleno siglo XXI, en esto también están defendiendo políticas del siglo XX, pero de sus comienzos.
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