Este fin de semana hemos vivido varios procesos electorales en Europa. Por un lado en Francia, con una participación del 81,5%, los franceses han elegido al socialdemócrata Hollande como presidente. En Grecia, en las elecciones legislativas, la participación en la votación fue del 65%, la más baja en elecciones parlamentarias desde la vuelta a la democracia en 1965. En Alemania, el partido de Merkel pierde terreno en las elecciones de Schleswig-Hostein, donde con toda probabilidad gobernará una coalición de SPD y Verdes.
Todos estos comicios se producen en medio de una situación convulsa en Europa, como consecuencia de la grave crisis económica y, en especial, de las políticas de recortes y rescates que en los últimos años lleva aplicando el eje franco-alemán conocido como «Merkozy».
La primer lectura que se extrae de los resultados es que la ciudadanía ha dicho claramente basta a las políticas de recortes. En Francia, el programa reformista de Hollande se ha abierto paso y ha enviado a casa a Sarkozy, uno de los grandes valedores de esa política. Queda por ver si los socialdemócratas franceses cumplirán su programa, o se doblarán ante la presión del capital y los mercados, como hizo el PSOE en España hace sólo unos meses. Pero a día de hoy la ciudadanía ha hablado en Francia, y sin duda eso tendrá un impacto en toda Europa.
Los resultados griegos son más complejos de leer. Las formaciones políticas partidarias de continuar con las políticas de austeridad y recortes no tienen la mayoría suficiente para formar gobierno tras las elecciones generales celebradas el domingo. El bipartidismo ha quedado desbancado por un voto muy diverso, lo que muestra la absoluta desconfianza que se han ganado los grandes partidos, que han perdido su hegemonía, como consecuencia de sus políticas. Otro fuerte varapalo a los apoyos a las medidas de Merkozy.
Sin duda, la llegada de los neonazis de Amanecer Dorado, que con el 7% de los votos tendrán 21 diputados y grupo parlamentario propio, ha sido lo que más ha llamado la atención y lo más preocupante de la jornada de ayer. Con un discurso racista y anti-inmigrantes, han recibido el voto de muchos griegos que han desahogado de esta peligrosa manera su frustración. Me pregunto si los impulsores de las políticas que llevan a Grecia a este resultado no tienen nada que decir sobre Amanecer Dorado, ni ninguna reflexión que hacer. Por nuestra parte, desde luego urge llamar a recuperar la política y arrebatar los votos a quienes hacen del odio al diferente el motivo mismo de su ser.
En Grecia la incógnita está abierta sobre la posibilidad de que se pueda formar gobierno, y es posible que sean necesarias nuevas elecciones. Lo que está claro es los acontecimientos de los últimos años han generado una sacudida política de grandes dimensiones. PP y PSOE deberían leer en los resultados y cambiar el rumbo de su discurso y de su acción.
¿Y en Alemania? En el país europeo que, en teoría, vive más ajeno a la crisis, tampoco Merkel ha tenido buenas noticias. Pese a conseguir la mayoría no podrá gobernar en el estado Schleswig-Hostein, que contará con mucha probabilidad con un gobierno roji-verde. Así que tampoco en Alemania parece que las políticas de ajustes reciban demasiados apoyos. Recordemos además que no es el primer estado que pierde en los últimos meses.
Sea como sea, las elecciones de este fin de semana demuestran que la política sigue siendo necesaria: la única herramienta que tenemos para poner freno a la voracidad de los mercados. Que los ciudadanos hablamos a través de nuestro voto, y que Europa se ha levantado este lunes reclamando otras políticas diferentes. Y la nota negra de la presencia poco tranquilizadora de neo-nazis en Grecia nos recuerda la necesidad de luchar para ocupar espacios, y erradicar discursos xenófobos y populistas. Nos queda mucho por hacer. pero todavía nos queda la política.
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