Hoy hemos podido ver a través de fotos publicadas en internet algunas imágenes de la afición del Rey de España por la caza del elefante. La cacería en la que se ha roto la cadera no es, al parecer, la excepción, sino que se repite con cierta frecuencia. Como una imágen vale más que mil palabras la indignación ha prendido en las redes sociales, porque somos muchos los que consideramos que cazar elefantes no es una actividad adecuada para quien representa a un país (ni Rey, ni Presidente). Mucho menos en medio de una enorme crisis social como la que vive España, sometida a una política de recortes sociales demoledora. Al ser 14 de abril, el affaire de la cacería ha fortalecido nuestra reivindicación republicana en este día, pero quiero aprovechar todo esto para dedicar unas líneas al actor «secundario» de este epiodio: el elefante.Debo reconocer que me ha estremecido la foto – al parecer del año 2010 – en la que el rey posa delante del elefante, que aparece a su espalda estampado contra el tronco de un árbol con la trompa doblada, como si hubiera muerto por un choque frontal. Al elefante no le han dejado ni el derecho a una última foto digna. Por eso quiero aprovechar para dedicar unas líneas a la grave situación que atraviesan los elefantes, una especie tan majestuosa, como vulnerable.
Dice Cynthia Moss en su maravilloso libro sobre los elefantes del Parque de Amboseli (en las faldas del Klimanjaro en Kenia) que:
Los elefantes son unos animales muy especiales: inteligentes, complicados, tiernos, poderosos y divertidos.
Sin embargo en la actualidad su situación es dramática. El comercio de marfil y la caza furtiva están llevando a estos seres magníficos al borde de su extinción. En África la población se ha reducido en dos décadas de más de un millón, a unos 400.000. Es decir, a pesar de la protección, de los parques, de la atención internacional…la población se reduce día tras día. En la cuenca del río Congo, apenas quedan 20.000 elefantes. Los 23 años de prohibición de la exportación de marfil no han evitado el declive.
Algunos países promovieron un levantamiento de esa prohibición con la excusa de que legalizar el comercio permitiría controlarlo, pero estas señales sólo han servido para emporar la situación, y el último año ha sido el más dramático.
La otra gran amenaza para los elefantes africanos es la destrucción de su hábitat. Se trata de animales que necesitan un gran territorio para cubrir sus necesidades alimenticias, y los espacios naturales se encuentran cada vez más cuarteados y diezmados por la expansión de las poblaciones humanas.
Vuelvo a Moss y a su reflexión sobre la caza (en este caso en la polémica sobre la situación de las poblaciones):
Matar los elefantes parece la solución más simple y más directa, pero sólo para la gente que no ha observado individuos de más de 14 años; que no han visto elefantes saludarse unos a otros con berridos de alegría; que no han visto a elefantes adultos, junto a las crías correr y jugar por una zona arcillosa y abierta a la luz de la luna; que han visto elefantes tratar de alzar y sujetar a un compañero herido; que no han visto a una hembra quedarse al lado de su bebé muerto durante cuatro días; o que no han visto a una cría de siete años acariciar y frotarse y olisquear la manibula de su madre muerta.
Pero son muchas las razones por las que los elefantes deben sobrevivir: ambientales, ecológicas, económicas, culturales y sociales.
Termino por ello diciendo que este gran ser vivo, orgulloso y dominador, no merece desaparecer. Al menos no como consecuencia una vez más de la falta de sensibilidad humana.
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