Cada 26 de abril el mundo recuerda Chernóbil, hasta hace sólo unos meses el mayor accidente nuclear de la historia. Fukushima ha sido calificado ya con el mismo nivel de gravedad, y por tanto ya Chernóbil tiene su otra cara en la central japonesa. Pero en este 25 aniversario de Chernóbil quiero rendir un año más mi homenaje a los liquidadores, las victimas ocultadas del accidente nuclear. Hace muchos nos decian aquello de que un accidente nuclear con fusión del núcleo era, simplemente, imposible. Recuerdo que en la escuela venian ya en los años 70 los propagandistas de la industria nuclear a explicarnos las bondades de aquella nueva energí, y nos regalaban pegatinas en las que un átomo y un sol se daban la mano bajo el eslogan «Hoy nuclear, mañana solar». Pero un 26 de abril de hace 25 años llegó Chernóbil, y lo imposible ocurrió.
Desde entonces hemos estado sometidos a una intensa campaña de lavado de imagen de aquel accidente. Bascisamente todo se reducía a una central nuclear soviética, que no reunía las condiciones de seguridad necesarias, y a unos gestores locos que andaban haciendo pruebas imposibles hasta que la central estalló. Además, nos repiten una y otra vez, las víctimas mortales del accidente fueron en total fueron 58 personas.
Pero luego llegó Fukushima. Lo que se ha dicho para Chernóbil ya no era vñalido para Japón. Aqui ya estamos en un país altamente tecnologizado cuya apuesta nuclear era clara, y por ello uno de los países punteros en energía nuclear.
Pero lo más sangrante de Chernóbil es la negación de la condición de vícitimas de miles de personas. No me refiero a los afectados directamente por la explosión, ni a los vecinos de las zonas cercanas a la central que fueron evacuadas. Hablo de los liquidadores. Se trata de cientos de miles de personas (unas 600.000) que participaron en las labores de lucha contra el escape nuclear.
No se hizo un seguimiento de cuántas personas, hombres y mujeres, exactamente participaron, ni de cual ha sido su evolución posterior. Se trata de los miles de personas que participaron paleando arena para tapar el reactor, o trabajando durante unos segundos en algún punto de alta emisión de radiactividad para tratar de frenar la extensión de las emisiones. Estuvieron sometidos a dosis altísimas de radiación y lo han ido pagando muy caro pero ellos no están en las estadisticas.
La vida de cientos de miles de esas personas ha sido desde entonces un infierno. Sometidos a altas dosis de radiación, han sido víctimas de cánceres y enfermedades causadas por aquella exposición tan fuerte. Pero no son consideradas víctimas. No salen en las estadísticas. Ni ellos ni sus familias reciben compensación alguna por el sufrimiento.
Hicieron un trabajo impagable para evitar una mayor extensión de los daños. Pero se les niega hasta la condición de víctimas. No hay mayor injusticia en la historia reciente de la Humanidad que la de las víctimas ocultadas de Chernóbil.
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