La decisión del PSOE de votar junto con CiU, PNV y PP la eliminación de una enmienda a la Ley de Economía Sostenible que establecía un límite de 4o años a la vida de las centrales nucleares es la (pen)última renuncia del PSOE en materia de energía. Lejos de avanzar hacia un modelo energético renovable, como el que propone la Fundación Ideas en su informe «Un nuevo modelo energético para España«, las medidas que ha ido tomando el gobierno van afianzando el viejo modelo.El sector eléctrico defiende la teoría de que el mejor modelo energético posible es aquel en el que todas las fuentes de energía eléctrica (carbón, gas, nuclear, renovables) tienen una participación en el mix de producción energética. Este modelo satisface los intereses de las eléctricas, pero perpetúa los graves problemas ecológicos generados por las fuentes fósiles y nucleares. Por eso desde sectores cada vez más amplios se aboga por avanzar de manera decidida hacia un modelo 100% renovable. Para llegar a él, no obstante, es imprescindible adoptar hoy decisiones políticas que lo hagan posible. Pero no está ocurriendo.
La industria nuclear no ha sido capaz de resolver sus problemas más graves: residuos radiactivos, seguridad, y alto coste. Ante las dificultades para construir nuevas plantas, la estrategia de la industria consiste ahora en tratar de conseguir alargar la vida de las nucleares existentes. El motivo es claro: se trata de plantas amortizadas que generan ingentes beneficios económicos. Desde el punto de vista económico es un chollo para las eléctricas; pero para la sociedad es un enorme riesgo, ya que se trata de plantas cada vez más viejas, obsoletas y peligrosas.
En España el comienzo de la claudicación del PSOE frente al lobby nuclear se produce cuando llega la hora de tomar una decisión sobre el futuro de la central nuclear de Garoña. Tocaba cumplir el Programa Electoral que decía aquello de: «sustitución gradual de la energía nuclear por energías más seguras, limpias y menos costosas». Pero Zapatero no se atreve a decidir el cierre de Garoña en 2011 por la presión del lobby nuclear, y el Ministro de Industria, Miguel Sebastián jalea la necesidad de las nucleares. Finalmente se retrasa el cierre a 2013, dejando por medio unas (otras) elecciones generales.
A partir de ahí, y como si fueran las piezas de un un dominó, van cayendo las posiciones más antinucleares en el PSOE y se abren paso con fuerza los pro-nucleares, hasta el punto de que Miguel Sebastián nombra Secretario de Estado de Industria a Fabrizio Hernández, uno de los peritos de la industria nuclear en el pleito contra el Estado por el cierre de Garoña.
La renuncia a poner un techo de 40 años a la vida de las centrales nucleares es un paso más en la historia de esta claudicación, que se acompaña de medidas respecto a otras fuentes de energía. Por un lado el recorte implacable y continuado de las ayudas a las fuentes renovables; y por otro lado el mantenimiento de las ayudas al carbón. Todas estas medidas revertirán a medio plazo la actual tendencia de aumento de participación de las renovables en el mix, y promoverán un modelo cada vez más sucio.
De continuar con las actuales políticas – y nada señala que puedan cambiarse ya que, sin que exista un pacto explicito, PP y PSOE comparten modelo – en unos años tendremos un modelo energético cada vez más obsoleto en el que se mantienen esas viejas y peligrosas plantas nucleares.
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