Según Camilla Toulmin, del Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, o los políticos van a las raíces del problema de la inseguridad alimentaria, o la situación se va ir agravando progresivamente. En concreto se refiere a tres cuestiones clave: cambio climático, escasez de agua y dependencia del petŕóleo, que no se ven ni siquiera mencionadas en los debates sobre la situación en Egipto y Túnez.
Ciertamente las agobiantes dictaduras que sufren estos países, y el silenciamiento opresor de la opinión pública han sido los ingredientes del caldo de cultivo en cual se ha cocinado la revuelta popular. Pero el detonante de la revuelta parece ser, según los observadores internacionales, el alto precio de los alimentos.
Según anunció recientemente la FAO, el precio de los alimentos básicos aumentará todavía más en 2011, como consecuencia entre otras causas de las malas cosechas de 2010, causadas por unas condiciones climáticas anormalmente adversas. Sin lugar a dudas un escenario de cambio climático agudizará cada vez más este escenario de condiciones adversas, agravando todavía más el problema de la escasez de alimentos y por tanto, el hambre.
El trabajo por la estabilidad ecológica y climática, y por un modelo agrícola sostenible, es otra forma de apoyar la lucha por la democracia de aquellos pueblos.
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