Termina una década. La primera del siglo XXI. Y no podemos decir que termine bien. La década que se va ha sido declarada por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) como la más cálida desde que se hace una medición sistemática de las temperaturas globales, allá por 1850. El año 2010 vuelve a batir el récord, y ha sido el más caliente desde que hay registro. En otras palabras, el cambio climático cabalga desbocado ante la pasividad general. La escasez de recursos naturales es cada vez más visible. De hecho los precios del petróleo han comenzado una escalada cuyo final es dificilmente predecible. En nuestro país – !menuda contradicción – el año 2010 termina con nuevas medidas contra el desarrollo de las energías renovables, un sector en el que España llegó a ser puntera, pero cuyo liderazgo empieza a desvanacerse frente al empuje de otras potencias que impulsan ahora las tecnologías de aprovechamiento de las energías renovables.
Fue la subida de los precios del petróleo la que desencadenó la crisis de 2008, al obligar a una subida de los tipos de interés en Estados Unidos que derivó en la explosión de la burbuja de las hipotecas subprime. Por aquellos días escuchamos a opinadores y tertulianos que el capitalismo tocaba a su fin, ya que tuvo que ser el dinero público de los gobiernos el que salvaba a las entidades financieras. Los mismos gobiernos que no han movido en dedo en ésta década por hacer frente al cambio climático, y que reconocen abiertamente que no se cumplirán los objetivos del milenio de Naciones Unidas para terminar con la pobreza, acudieron raudos con sus sacos de dinero a cubrir los agujeros que las entidades financieras habían dejado.
Los adtos de emisiones globales de CO2 no paran de aumentar a pesar de la crisis, lo cual muestra hasta qué punto se trata de una crisis puramente especulativa y no real. La actividad industrial globalmente continú en aumento, como muestran los datos de contaminación. Lo que ocurre es que el capital se desplaza hacia aquellos lugares donde los costes laborales y ambientales son más bajos, al tiempo que preisona para seguir reduciéndolos globalmente.
Dos años después somos testigos de que el capitalismo no sólo no ha muerto, sino que continúa apretando para terminar con el estado del bienestar. Pensiones, derechos laborales, despido, edad de jubilación….una tras otra van cayendo las líneas rojas de los derechos sociales que tanto costó conseguir. La década termina entre el desconcierto de una ciudadanía que observa lo que ocurre, pero parece preferir evadirse de los problemas que hacerle frente, hasta que no le afectan directamente.
La crisis en España está agravada respecto a otros países por la enorme burbuja inmobiliaria en la que vivimos a lo largo de la década. Por más que algunos lo denunciamos una y otra vez, el sector inmobiliario se hizo amo y señor de la economía española durante años. El ladrillo colmó los últimos rincones de nuestro litoral, hasta que la gallina de los huevos de oro fue apretada hasta el punto de asfixiarse, ahogando con ella a toda nuestra economía.
El triunfo de Obama fue un rayo de esperanza para el mundo. Parecía que el pueblo americano despertaba por fin de un largo periodo conservador. Pero la sacudida del Tea Party, y el discurso extremista de Sarah Pallin y los suyos, nos ha despertado de golpe del sueño de un cambio posible. La Europa de hoy no sólo es más conservadora que la del último siglo XX, sino que el discurso racista y xenófobo abandona la marginalidad y es asumido de manera vergonzante por las fuerzas conservadoras que dominan el continente hoy.
Este es el mundo en el que nace EQUO. Y nace aqui y ahora precisamente como mecanismo de respuesta a una realidad que no nos gusta y ante la que no nos resignamos. 2010 también es, por tanto, el año en el que nació EQUO. Tal vez no se recuerde por ello (o tal vez sí), pero al menos hay un movimiento socio-político que ilusiona a miles de personas. Ya tenemos desde dónde empezar a construir ese otro mundo posible.
Deja una respuesta