Desde que se produjeron la manifestaciones del 15M nada es igual en España. Por vez primera en muchos años se ha producido una repolitización de la sociedad: un giro de opinión, especialmente en los jóvenes que vuelven a mirar la política con interés. Las denuncias que realizan sobre las debilidades de nuestro sistema democrático son acertadas, compartidas por amplios sectores de la población y han conseguido sostener un apartidismo neto. Por ello soy firme partidario de que el movimiento continúe, y de que lo haga con las mismas características que lo ha hecho hasta ahora: reivindicaciones compartidas e independencia de los partidos. Considero que el mejor futuro para el movimiento #15M es constituirse en movimiento ciudadano de defensa de los valores democráticos, y con reivindicaciones bien concretas como la reforma de la ley electoral, la denuncia contra la corrupción y la profundización democrática.
No sólo por haber supuesto un soplo de aire fresco en los resecos rincones de la política española, ni por su acertada denuncia del bipartidismo, este movimiento es interesante y necesario. Lo es, sobre todo, por haber devuelto el foco a la política. Porque, sin duda, sólo desde la política se pueden mantener a los mercados a raya, y primar los intereses ciudadanos frente a los financieros. No hay otra vía.
Ese discurso antipolítico que se estaba instalando en nuestro país, y que promovía un alejamiento progresivo entre la gente y los políticos, era tremendamente peligroso para la democracia. Por eso hay que poner en valor la enorme aportación democrática de este movimiento.
La amplia simpatía que han despertado las acampadas no puede perderse. Pero en eso tienen una gran responsabildad los actores más activos del movimiento, ya que su continuidad dependerá también de como se gestione el proceso desde las acampadas hacia nuevas formas de movilización.
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